El anciano
El anciano dios contemplaba su helada morada en
Vanaheim. A lo largo de milenios su sed de sangre se había calmado. Ya no era
nombrado en susurros temblorosos ni se le realizaban sacrificios. Ahora sólo
tenía poder unos pocos días al año y prefería ser amado. Por eso montaba en el
trineo tirado por renos y la magia que portaba era dadora de luz y alegría. Por
ahora.
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