El centro comercial había quedado vacio. Primero habían marchado los clientes, y ahora el personal abandonaba las instalaciones. Procurando no hacer ruido comencé a caminar por los pasillos escasamente iluminados, observando las distintas tiendas, momentáneamente silenciosas, hasta que a la mañana siguiente el centro comercial volviera a su rutina. Pero ahora amparado en la oscuridad intentaría conseguir lo que intentaba desde hace mucho. Veo que aunque ha pasado cierto tiempo no he perdido la habilidad, y me acerco con disimulo para cumplir mi objetivo, aquello que me hace aguantar tantas horas de tedio y sinsabores ,conseguir saborear el plato de la venganza. Ya casi he alcanzado al vigilante jurado que está durmiendo, tal como me imaginaba; me acerco a él, extiendo mis brazos en silencio para estrangularle.... y ¡no puede ser! ¡se despierta!, me tiro al suelo y me quedo quieto, mientras trago mi rabia cuando le oigo decir:
-¡Qué hace aquí este maniquí tirado otra vez! Desde luego esta gente de la tienda son unos chapuceros.
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